De la Estrategia Corporativa al Propósito de Vida – Episodio 1 /4

Author: Eagle Business Coaching | | Categories: Empowering Women Entrepreneurs , Emprendimiento , Leadership , Propósito y Negocios , Strategic Planning & Direction

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El tiempo siempre me ha parecido enigmático por su intrigante manera de adaptarse a las emociones y circunstancias que experimentamos, aunque muchas veces suceda de una manera opuesta a la que desearíamos. Los momentos más divertidos e intensos parecen ser muy cortos, y, en contraste, el suspenso y la incertidumbre parecen gozar de una incomprensible longevidad. Sin embargo, si lo traducimos a unidades de medida, estaríamos hablando solo de horas, minutos o segundos. En este contexto, debo confesar que los últimos cinco años han sido tan cortos como el día más feliz de mi vida, y tan largos como el más incierto.

En breve, esta es la historia. Tras meses de investigación, planeación y proyecciones financieras, y luego de más de 72 actualizaciones al plan de negocios, Eagle Business Coaching salió al mercado en noviembre del 2016. Mi primer emprendimiento en Canadá, recordatorio que incrementaba mi nerviosismo, pese a que ya me eran familiares los bemoles y las altas del mundo del emprendimiento dados mis proyectos en Ecuador y Colombia. Con humildad reconozco que mi autoconfianza se nutría del conocimiento adquirido durante más de 20 años en la planeación y ejecución de estrategias dentro del mundo corporativo en distintas industrias. ¡Yo estaba equipada, preparada y dispuesta!

Estas frases comunes que apoyan o penalizan tanto al empleado como al empresario, nunca inclinaron mi balanza hacia ninguno de los dos lados: “El 95% de los emprendedores quiebran en menos de 2 años.” “Es mejor ser tu propio jefe.” “Nada se compara a la independencia financiera que te brinda tu propio emprendimiento.” “Sé dueño de tu propio tiempo.” “El empresario asume riesgos, costos e impuestos, mientras que el empleado cobra un sueldo fijo.” “Si quieres dejar de dormir, inicia tu propio negocio.”

Me jacto de ser objetiva en la toma de decisiones y creo en las ventajas de la inteligencia de mercado y su análisis, la ponderación costo-beneficio, la evaluación y mitigación de riesgos, la sabiduría del sentido común y, finalmente, en mi intuición; factores que, con su generosa elocuencia, me han ayudado a comprender los resultados de mis decisiones y, cuando estos no fueron los esperados, a entender que los errores no son más que el aprendizaje necesario para lo que ha de venir más tarde.

Como mencionaba, afortunadamente estas frases no echaron raíces inmovilizantes en mí, lo que ha facilitado mi adaptabilidad en dos mundos para muchos incompatibles: el del emprendimiento y el corporativo.

A inicios de este siglo, con nuestro primer emprendimiento (digo nuestro porque lo hicimos en pareja, mi esposo y yo), distinguí por primera vez varias de las diferencias entre un emprendedor y un empleado, sin embargo, nunca se cruzó por mi mente la posibilidad de hacer una cosa o la otra. Desde el inicio comprendí que ambas debían coexistir en un simbiótico equilibrio. La empleada le otorgaba seguridad financiera y capital a la emprendedora; mientras que la emprendedora le otorgaba valioso tiempo laboral y motivación a la empleada. ¡No había lugar para una crisis existencial! Sin embargo, yo era consciente de que esta era una ecuación en la que el ganar-ganar no era equitativo, pero parecía funcionar salomónicamente. Así, la práctica se hizo común y otros proyectos surgieron, crecieron y algunos se culminaron exitosamente mientras que otros no gozaron de pena ni gloria.

Nuestra mudanza familiar a Canadá en el año 2012, movida por nuestra sed de crecimiento y éxito profesional y caracterizada por los inesperados giros que durante nuestro primer año aquí surgieron, alimentó en mí el creciente deseo de arrancar con mi propio negocio. Me agobiaba una enorme auto presión por poner en marcha iniciativas que son necesarias tanto en los países desarrollados como en los que se encuentran en vías de desarrollo. Ideas que al tener la oportunidad de vivir en tres diferentes países y participar de sus respectivas realidades, tomaban la forma de una figura que me hablaba desde mi interior diciéndome: ¡haz algo al respecto!

Por varios años no supe definir en palabras concretas mis anhelos, y como consecuencia, no podía elaborar un plan, ni mucho menos tomar acciones en función de una agenda. Todas, aunque muy buenas ideas, seguían siendo solo eso: ideas. Las más relevantes están resumidas en los siguientes puntos:

  • Capilarización del propósito empresarial en el liderazgo de la operación diaria
  • Empresarios abiertos a alianzas intersectoriales colaborativas
  • Priorización de proyectos que generen economías autosustentables
  • Integraciones circulares intra e interindustriales
  • Incorporación de la diversidad y la inclusión no como estrategias, sino como elementos naturales de la cultura organizacional
  • Desarrollo del liderazgo de servicio para lograr excelencia en la experiencia tanto del cliente como del colaborador

Conceptos que se han discutido ya por décadas pero que, lastimosamente, ni siquiera en los países del G20 sobresalen como parte viva de sus economías; no obstante, son estandartes resplandecientes de sus políticas internacionales. La ONU, en su Conferencia celebrada en Río de Janeiro en el año 2012, anunció los 17 Objetivos de Desarrollo Sustentable (17 ODS); los mismos que han producido un re-enfoque mundial hacia la preservación y cuidado del medioambiente, el fin de la pobreza y una prosperidad económica a nivel global. Diecisiete objetivos que son atendidos actualmente, desde la propia realidad y perspectiva de cada integrante de la ONU.

Sé que es ostentoso de mi parte pretender cambiar la cultura global con mi contribución individual, pero creo vehementemente en el efecto multiplicador del impacto que decenas, cientos, miles y millones de emprendedores y líderes podemos causar a nivel mundial si, al juntar con sinergia recursos y talentos, trabajamos por oportunidades de desarrollo para todos. Pensemos, ¿Qué pasaría si cada uno ayuda a tan solo uno, y esta cadena se extiende indefinidamente? Abundarían las oportunidades y, por lo tanto, disminuiría la pobreza. Ahora, imagínense si lo hacemos de una manera estratégica, sostenible y eficiente en la que todos nos fortalezcamos y crezcamos, abriendo más fuentes de abundantes oportunidades para otros.

Hay lugares del mundo donde esto ya está ocurriendo hoy, mientras lees este blog. ¿Tú, por dónde comenzarías?

Ana-María Ortega P.



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