Un giro de 180° y una montaña rusa emocional– Episodio 3 de 4
El primer año fue muy retador, pues debido a un serio quebranto de salud sufrido meses atrás (cosa que no consideré relevante al abrir la empresa), mi productividad y enfoque no eran los esperados; al menos no los que se necesitan para cubrir los gastos de una empresa nueva en medio de la recesión económica más seria en la historia de la provincia de Alberta y, peor aún, para generar el suficiente flujo de caja que repondría el ingreso fijo al que había renunciado no hace mucho. Este escenario no fue considerado en mi plan de negocios, ¡cómo era posible que yo misma fuera el factor de riesgo más grande para mi empresa!
De manera repetitiva, la culpa, la frustración y la preocupación comenzaron a robarme el sueño, pues mis decisiones estaban claramente afectando también el estilo de vida de mi familia. Esto le abrió la puerta al insomnio y como consecuencia, la postergación de una muy necesaria y pronta recuperación integral de mi salud. Las cosas no se iban perfilando bien y mi objetividad ya estaba lo suficientemente nublada como para divisar el inicio o el fin de ese círculo vicioso en el que había caído.
Al terminar este año de noviciado empresarial en Canadá recibí una propuesta laboral, la misma que subsanaba mis preocupaciones financieras, pero al mismo tiempo me generaba un sentimiento de fracaso, pues yo sabía que debía tomar decisiones con respecto a mi empresa. La calma de la seguridad financiera brindada por un trabajo en un área estratégica y a tiempo completo, traía una seria crisis existencial y profesional:
- Entonces para qué tanto sacrificio y esfuerzo?
- Esto fue todo? ¿No voy a luchar por lo que quiero y sé que es correcto?
- Es esencial este ingreso fijo para mi familia, o es más un tema de orgullo y costumbre?
- No sería mejor dedicarle esas 9-12 horas diarias a mi propia empresa y producir los resultados que busco?
- Por qué seguir generando riqueza para otros empresarios y no para mí misma?
- Pero, para qué nadar contra corriente cuando puedo tener una vida confortable y una carrera profesional próspera en el mundo corporativo? Si ya sé cómo hacerlo, continúo haciéndolo y no me complico…
Estas son solo seis de las preguntas más agudas que me hice a mí misma por días. Mi conmoción era tal, que incluso al dormir seguía cuestionando mis capacidades como emprendedora, y mis prioridades y compromiso como profesional y estratega de décadas.
Por más de tres años, Eagle Business Coaching continuó operando bajo la modalidad de medio tiempo, cosa que inicialmente me parecía absurda dada la naturaleza del negocio. Sin embargo, y para ser honesta, esta figura fue no más que el resultado de la falta de coraje para cerrar la compañía una vez que decidí retornar al mundo corporativo y aceptar una posición de tiempo completo.
Semanas después (de regreso al 2017) y de manera orgánica mis clientes fueron multiplicándose, copando mi disponibilidad “luego de horas laborables”. Repentinamente las noches se alargaron, los fines de semana se encogieron y ya tenía nuevas razones para no cerrar la empresa. Eagle Business Coaching era autosustentable. ¡Por fin!
A estas alturas ya me sentía cómoda en la industria de la consultoría y el coaching de negocios en Alberta. Había encontrado mi mercado objetivo, había definido mi nuevo perfil profesional, y mi marca y yo funcionábamos sinérgicamente. No obstante, había algo que rompía mis esquemas cuando brindaba servicios de coaching a empresarios: la vida personal de mis clientes era muchas veces el tema de discusión en las sesiones. Siempre he sido una persona empática, generosa y sensible, pero profesionalmente me formé creyendo que “la vida personal no entra a la oficina, ni los problemas del trabajo deben entrar a tu casa”. Creencia que generaba en mí tensión y cuestionamientos de fondo acerca de mi profesionalismo por discutir esos temas con ellos, culpa por conocer cosas que no quería saber, etc. En fin, la incomodidad era evidente, pero al mismo tiempo yo podía ver el reflejo que estos eventos de índole personal tenían sobre el rendimiento de las empresas de mis clientes, motivo por el que desde el 2017 tomé la decisión de prepararme más con el único objetivo de servir mejor a mis clientes y estar 100% presente para ellos. Fue así como obtuve mi primer curso en coaching personal; el mismo que lo califico como un gran acierto. Aquellos sentimientos encontrados se mantuvieron presentes por algún tiempo más, aunque en menor escala. Había aprendido prolijamente a escucharlos y guiarlos en la búsqueda de soluciones y respuestas que propiciaran su crecimiento tanto a nivel personal como empresarial, social, o aún espiritual; y los resultados eran substanciales.
Se preguntarán, ¿entonces, finalmente ya estabas dedicada a tiempo completo a Eagle?
No, aún no. Yo había establecido una nueva zona de confort para mí y me gustaba la seguridad, crecimiento y contribución que desde ella lograba. Cada vez que sentía el mínimo susurro de aquella voz que me insinuaba abandonar la híbrida esfera segura que yo misma había construido para mí, mi mente la bloqueaba evocando la seguridad y estabilidad de la hoy gozaba. Sin embargo, mi espíritu evolutivo sabía que se acercaba el momento de volver a remontarnos en la cúspide de una montaña, como el águila, y decidir crecer.
Ana-Maria Ortega P.